Serie Papeles Japoneses

El papel japonés, frágil pero resistente, demanda precisión y entrega absoluta al momento de pintar. Apenas soporta un trazo antes de romperse, obligándome a respetar la dirección natural que toma la tinta sobre la superficie. Esta actitud, casi de amabilidad hacia el material y el proceso, me lleva a aceptar lo que surge sin forzar ni controlar. El papel deja ver el reverso de la pintura, donde se exponen errores y huellas del proceso. Esta "otra obra", visible en el lado posterior, aporta sinceridad y vulnerabilidad, revelando aquello que usualmente se oculta.

El montaje refuerza esta noción de amabilidad. Las piezas cuelgan de un hilo de acero. Este gesto, más allá de lo formal, tiene un propósito conceptual: el movimiento suave de los papeles al paso del espectador refleja esa misma delicadeza, como si las obras saludaran. Su balanceo invita a la cercanía y al diálogo, creando un vínculo receptivo entre la pintura, el espacio y quien la observa.